Valencia. 19.06.2015. Grandiosa exhibición en ácustico de Ángel Stanich en un escenario de ensueño.
En los últimos meses Ángel Stanich nos viene acostumbrando a un sonido muy contundente y eléctrico y, quien lo sigue de cerca, sabe que su carácter musical casa de miedo con la sonoridad rockera de su banda. Esta noche el escenario del Botánico de Valencia ha sido el lugar perfecto para vivir la experiencia de un enlace peptídico entre la naturaleza y la música. El artista volvió a sus orígenes, en solitario, rodeado de un aroma bucólico arrastrándonos a través del jardín, con su voz y su guitarra….
La noche caía lentamente en la Plaza de los Magnolios del Jardí Botànic de la Universitat de Valencia y nuestro ángel , elevándose entre la penumbra , anunciaba las primeras notas del Amanecer Caníbal. Al mismo tiempo sus inconfundibles zapatazos hacían vibrar con él a todo su entorno. Las bombillas incandescentes de tungsteno iluminaban el escenario y arropaban al público acompañándole en un viaje onírico. Desde los primeros compases todos estábamos ya poseídos y pisando los talones , intentábamos llevar el ritmo al más puro estilo Stanich. El artista nos encaminaba poco a poco hacía su terreno y nos dejaba boquiabiertos al cambiar el habitual frenesí eléctrico a lo Down, cannibal dawn por un guiño acústico a Joy Division repitiendo en loop el <<Love, love will tear us apart again>>. Y por si fuera poco, a continuación remató el tema con un homenaje a La Gallineta de Lluís Llach citando el irónico y desenfadado lema <<La gallina ha dit que no, visca la revolució>>. Aquí podríamos caer en la trampa y buscar un mensaje político, pero consideramos que estos giros son auténticos regalos que homenajean a la cultura y nada más.. ¿verdad señor Stanich?
No había tiempo para pensar. La calurosa noche se encendía aún más con Mojo teniendo a Robert Johnson secuestrado en el baúl y a todo el público cantando a coro que nuestra aldea se está quemando. Entre la gente se apreciaban los bailes extravagantes de unas cuantas chicas ácidas enganchadas al espíritu del Mississippi buscando setas entre las plantas del jardín. Esto es, más o menos, lo que ocurre cuando se mueve el esqueleto al compás de las notas aceleradas de un blues al estilo Stanich.
<< en Valencia voy solo…>>. Estas fueron las palabras menores que Ángel nos dejó hace un par de meses mientras nos pintaba un garabato después del concierto en La Abuela Rock de Montilla. Sin embargo, esta noche desde la primera canción ha demostrado toda su energía y presencia escénica, haciéndonos olvidar que no le acompañaban más instrumentos que no fueran sus botas , su voz y su guitarra. No es un hombre orquesta, pero él solo vale por tres… o por cuatro…o por cinco… o por seis….
Con los cuerpos en movimiento y las gotas de sudor acariciándonos la piel, lo estábamos pasando realmente bien. Entre la gente se respiraba un aire de excitación y de pura alegría. Quizás esto fue lo que empujó a Manolo a encenderse un cigarrillo y transgredir las normas impuestas en el jardín… ¡Esa noche hasta las plantas estaban de fiesta!
El calor hacía mella en el artista que después de dos balazos acústicos se tomó un respiro y tragó un poco de agua. Detrás de mí , un chaval sentenció de forma sarcástica que <<aquello no se lo había tomado en su puta vida!>> consiguiendo una sonrisa del cantautor.
Después de la tormenta ,vino la paz y la armonía invadió todos los rincones del jardín botánico. Las notas pausadas de Miss Trueno ’89 nos reconciliaron con la tranquilidad del entorno y nos quedamos muñecos con la primera balada de la noche. Que bueno ha sido vivir la experiencia acústica, sin los arreglos de guitarra eléctrica, y poder probar la esencia de una canción que, por sus letras y melodía, deslumbra por si sola. Oír Miss Trueno ’89 podría ser comparable a la sensación de entrar por primera vez a una gran catedral donde, al mirar a tu alrededor, te haces pequeño, te sientes minúsculo, buscas algo espiritual, y avanzas entre sus muros esperando encontrarlo. No hablamos de religión, simplemente del reconocimiento a lo majestuoso, tal y como sucede con esta canción. Si alguien todavía no ha caído en el hechizo musical que provoca Ángel Stanich, le aconsejaríamos escuchar esta balada tumbado en el sofá, con o sin la botella de tequila, canalizando pensamientos entre lugares imaginarios hasta conseguir sumergirse en aquellos fotogramas que sea capaz de alcanzar. Es posible que con este ejercicio no llegues a ninguna parte, pero ya estamos imaginándote en algún rincón de tu casa a punto de correr el riesgo…
Muchos dudaron de si era el momento idóneo para parar el tiempo y vivir aquellos instantes eternamente, pero a continuación, y entre generosos aplausos, estábamos en el Cruce acústico. Un «crescendo» musical con matices blues ejecutado a la perfección. A nuestras espaldas se oyó un <<Dios que bien toca este chaval! >> y con las primeras notas del riff nos trasladamos a otros lugares lejanos. Una vez allí, la envolvente rítmica marcada por la guitarra nos garantizó una experiencia muy intensa. Todavía estábamos en la nube cuando el músico cantabro nos deleitó con el homenaje a «Noche de Setas» de Pony Bravo compaginándolo de forma magistral con el irónico final <<…yo no vuelvo a beber>>. No ha sido la primera vez que lo hizo en directo. Prueba de ello es que entre el publico, alguien ya se sabía el giro y adelantó la cita «pánico en el bungalow» que sigue inmediatamente a «noche de setas…». Estas son las pequeñas joyas que nos gusta vivir en un concierto y que, sin dudas, transmiten “orgullo y satisfacción» al cantautor.
Mención especial al público que , durante toda la noche, arropando al joven cantautor , mantenía una actitud mucho más locuaz respecto a otras ocasiones vividas. Sin duda Ángel es un chico muy majo que sabe transmitir. Su presencia escénica es de película y en cada bolo capta nuevos adeptos. Esta noche mucha gente se habrá enamorado de Ángel Stanich y otros, como nosotros, seguimos atrapados en su camino…
Después de haber gritado a coro que no volviéramos a beber, las atmósferas psicodélicas continuaban marcando la noche. Llegó el momento de escuchar como sonaba el Camino Ácido en acústico y cantar <<Aún no has despertado, pero sigues marcando tú el ritmo. Por discos y antros, mañana no sabrás si es domingo>>. Gritos tribales y sabores del rock ácido, propios de los años setenta , se mezclan con las líricas cautivadoras que nos propone Stanich. Indudablemente todo esto acaba enmarcando al joven artista entre ciertos términos que pueden acabar despistando e incluso cansando, y por esto queremos alejarnos de las etiquetas como «ermitaño del rock», «misterioso» o incluso «cantautor lisérgico» como el mismo se auto define. Sería demasiado fácil disparar las balas periodísticas que circulan por la red. En contra, nos gustaría hablar de Ángel Stanich como el artista revelación que ha sido capaz de crearse su propia imagen demostrando, como esta noche, actitud, preparación y talento. Sus letras tienen un carácter narrativo especial que marcan la diferencia y entre las que podemos encontar espacios cinematográficos, anécdotas al límite del surrealismo, crónicas y referencias encriptadas. Toda esta magia nos cautiva. ¿A ti te pasa lo mismo?
Si hubiera alguna duda, con la Noche Del Coyote todo el mundo pudo comprobar lo bien que escribe este chaval y lo fácil que le resulta vestir una canción dándole ese toque de magia que el posee. En este caso, tiró de armónica, para así introducir al espectador en la huida vertical enseñándonos que “no es un lugar seguro el campo de los sueños”.
Tenemos que admitirlo. Nuestro intento de crónica , tropieza con las ganas de citar las frases de sus canciones. Quizás sea un error, pero sería un crimen olvidarnos de las que más nos gustan y que mayor impacto nos causan en los conciertos. De hecho el mismo músico suele acostumbrar su público a interiorizar sus textos, por lo menos al principio de aquellas canciones que más lo necesitan.
Era noche avanzada cuando nos regaló una excelente versión acústica del “Jesús Levitante”. Un tema de difícil interpretación que requiere una distinta afinación de la guitarra. Quizás uno de los momentos más intensos del concierto. Nos encantó. También fuimos capaces de cantar a coro con la mayoría del publico ( sin desafinar) y gritar al vecino de al lado el «deja las drogas, te están afectando» como si fuera un intercambio del saludo de paz… y amor.
La gran sorpresa de la noche fue cuando se decantó por tocar «Rio Lobos», una balada inédita que, dicho por el mismo Stanich, es una de las primeras veces que la toca en publico. Nos encantó el detalle introspectivo. La mirada hacia el cielo estrellado y a los altos magnolios con sus hojas verdes y rojizas. Con las primeras pinceladas de guitarra el público enmudeció uniéndose al silencio de la noche contaminada por la melodía estremecedora de un relato de soledad con aire bucólico, donde “he dejado mi casa / por este barranco / ahora vivo en una camada / …. en plan solitario….. / …. te escribo, te aguardo / desde este rio Lobos ….te canto / te canto… con voz de licántropo…».
Gracias señor Stanich, tenía sentido sacarla del baúl y tocarla en el jardín botánico de Valencia. Una vez más nos demostraste que sabes como disparar tus balas y como hacer que cada concierto sea único. Que sepas que nos ha gustado mucho y que deseamos escucharla otra vez en los próximos conciertos. Quizás nos sorprendas arropándola con sonidos eléctricos y atmósferas tétricas o con arreglos de cuerdas escalofriantes parecidos a los de Radiohead en Creep….
Su presencia escénica fue inmensa y acabó metiéndose al espectador en el bolsillo desenfundando de su corazón, El Outsider y Carbura! como una demostración de que este chaval, además de enseñarnos el camino acido, tiene otras cosas que contarnos. Impecable fue también el publico que, en su mayoría, se sabía las letras de todas las canciones y que tenía muchas ganas de pasárselo en grande. Así fue y así lo contamos con el recuerdo vivo estampado en las retinas de los ojos. Así lo grabamos, en nuestros móviles y en nuestras almas impregnadas de agua de Valencia, cerveza y gin tonic, con el ímpetu de quien no lo quiere olvidar nunca. Así lo vivimos cantándolo en la noche calurosa de Valencia entre plantas y …buena gente.
Os preguntareis si fue aquí donde acabó . Pues no, hubo más. Tuvimos un final desenfadado con rítmicas que hicieron bailar hasta a los fotógrafos y a los técnicos que rodeaban el escenario escondidos entre las plantas. Las emociones se disparaban al compás de Mezcalito gritando y saltando eufóricamente al ritmo de “algo que probar por el camino, algo que me ayude a estar más vivo”. Fue un happening de choques emocionales de los que te hacen vibrar de un lado a otro, mientras a tu alrededor la música suena y suena…
Llegó el momento de Metralleta Joe. Llegó el momento de disparar el baile final. Esta canción la cantamos a duo, justo como nos pidió Ángel. Primero calentamos motores con <<un poco de Cream>> – como le gusta a él – inspirándonos en la mítica «I Fell Free». A continuación el gran ataque con <<Ya estoy cansado de hablar, creo que voy a disparar…>> mientras el público con gran impaciencia adelantaba las letras en un sinfín de exuberancia. ¿Cómo podemos siquiera pensar? ….compartimos canciones y darling…. ¡Nosotros somos Metralleta Joe! Ángel pisaba fuerte, dando taconazos a toda hostia y arrastrando al público en el delirio más absoluto. A mi alrededor alguien tarareaba la guitarra acústica y otros parecían saltar cada vez más alto. Después de tres minutos de canción, Stanich rompió una cuerda y el público lo celebró por todo lo alto cantando a coro como si aquello fuera el orgasmo más bonito de su vida. A partir de este momento fue un descontrol de lo más agradable, todos bailando <<cuando quiere genero fresco>> bajo el efecto del hechizo al cual estábamos sometidos. En la confusión final Stanich «bajó al foso» y se unió a nosotros mientras seguía tocando su guitarra de cinco cuerdas. Legendario.
La noche todavía nos dejaba esta simpática anécdota: una chica nos confesó eufórica que le había tocado el culo al Stanich. Increíble y verdadero: tengo la confesión grabada en el móvil. Quizás esto no sea lo más importante, pero todo aporta su granito de psicodelia…
La música se paró y Stanich, que había vuelto al escenario, ponía el punto final a un concierto acústico de lo más intenso y de gran calidad. Su agudo final del «Metralleta Joe», guitarreando con fuerza y pasión, se quedó atrapado para siempre entre las plantas del jardín.
Con Ángel Stanich fuimos metálicos en el jardín botánico.
Texto de @trequattordici. Adaptación y arreglos de @mfcantero