Antonio ed i suoi vecchietti project. La historia. En Agosto del 1989 conocí a los hermanos Vecchietti. Rosanna y Antonio, maquina de creatividad y genio…
El amistad no tardó en llegar y la casa de los Vecchietti pronto se transformó en nuestro lugar de encuentro, de charlas y de extraños estudios culinarios. Cada uno aportaba su granito de sana creatividad. Entre fogones y recetas imposibles, había espacio para varios experimentos artísticos, desde las pinturas primitivas con cerveza, leche y café, hasta la composición musical, pasando por la escritura creativa.
Un día de invierno del 1990, delante de un tetrabrik de zumo de naranja nació nuestra primera canción «Alla corte del Re Sole», un himno muy extenso y lleno de locura, imaginación, y fruto de los efectos colaterales de la pizza con bubboni recién horneada por Rosanna (la foto habla por si sola)
Aquella epoca representó un oceano de inspiraciones. Todo lo que nos rodeaba se traducía en canciones, como aquella vez que vimos una niña metiéndose el dedo en la nariz… Una imagen, una idea, y Antonio la convirtió en canción. Nació «Caccole», un verdadero hit entre mis amigos, que nos regaló tantos momentos de gloria: la tocamos por la calle, en el teatro parroquial, y hasta en la radio y en tv.
El 1990 representó para mi un año de inovaciones. Antonio («Antosta») me enseñó a tocar la guitarra y así empecé a entender un poco más de cerca el mundo de la musica. Aprendí primero los acordes básicos y la creatividad se disparaba. Gracias a la ayuda de Antonio, escribí mis primeras canciones como «Se sei un uomo fatti fuori», una pieza musical de solo dos acordes, y las históricas baladas «Bubbone» y «Non ti gettare». Nuestras ideas eran el fruto de momentos entre amigos. Las canciones salían de forma natural, y gracias a los amigos se convertían en parte de nuestras vidas, donde cada uno aportaba su pieza, tocando un instrumento, haciendo los coros o simplemente dando ideas o echando unas risas.
Recuerdo cuando conocí a Mimmo «Iusburn», amigo y musico, con su gana de «funky rallador» y sus escalas musicales. Me enseñó a tocar piezas funky de James Brown, y le gustaba convertir el «Cocaine» de Clapton en «Crocchette» (croquetas). Agradecí sus lecciones de pentatonica, y me emocioné durante la grabación del solo de guitarra en «Nonna in Bici» y la linea de bajo en «Mi eccito tanto». Con Antonio y Mimmo compartí la experiencia de tocar en directo en el teatro parroquial del pueblo. Dos guitarras, una Fender stratocaster y una Yamaha customised, y mi voz desgarradora, plasmando nuestras canciones.
Las primeras grabaciones fueron experimentos admirables. Mucha pasión y mucho ingenio. En unos años los experimentos crecían de nivel, y empezamos a grabar con el multi pistas, siempre con un toque casero y sin aburrirnos. Durante nuestras grabaciones teníamos espacio para nuevas ideas, a microfono apagado. Nacieron canciones tan increíbles como «Mi Eccito Tanto», «Psyco Parabolic Music» o «Licopene».
En poco tiempo más amigos se unieron a nosotros y aportaron mucho nivel. Massimo, otro gran amigo, nos ayudó con nuevos sonidos y nuevas ideas, introduciendo la armonica en nuestras canciones. En poco tiempo se convirtió en pieza fundamental para nuestro circulo y nos sorprendió con «Vieni qui», una canción que reflejaba los buenos ratos haciendo musica. Mimmo en cuanto podía se comía unos 50Km en moto para tocar con nosotros y grabar. Antonio tenía más efectos que los Iron Maiden y su guitarra Yamaha tenía un sonido especial. Y yo descubrí mi gran pasión por el Kazoo…
Aquellos años fueron increíbles. La gente tarareaba nuestras canciones, y aguantaba mis berridos, y los ruidos de nuestras guitarras. No puedo olvidar momentos tan increíbles, como aquellas reuniones estemporaneas en casa de los Vecchietti, todos cantando «Immagina un biscotto» (cover de Imagine de Lennon), «Baciami la mano», «Bubbone», «Caccole» o «Cilicio». Habíamos descubierto el juego y el lugar perfecto para crear musica. Sin quererlo, nació un proyecto que, a pesar de no tener ningún objetivo concreto, fue nuestro pasatiempo preferido. Lo nuestro no era un grupo musical. No teníamos sueños de rockeros, pero las idean salían y se convertían en canciones.
Empezó la epoca de la experimentación y las grabaciones tenían matices muy raras. Nos desplazamos hasta el campo, en contacto con la naturaleza. Grabamos el «live at campagna», dos canciones de veinte minutos cada una. Tal vez nos entraba un espíritu de exageración y nos embarcabamos en proyectos faraónicos, como en el caso de «Non ti gettare» o «Licopene», donde una idea muy sencilla se convertía en una pieza para un musical. Aquellos eran desafíos más grandes que nosotros, pero nos ayudaban a soñar y nos convertían en pequeños obreros musicales. No es un caso que «Anicagis», otro tema psicodelico de más de veinte minutos, se convirtió en pesadilla y que yo recuerda no fuimos capaces de grabarla.
Con los años Antonio convirtió el salón de su casa en uno estudio musical. Nació el «Mebatron Sound Studio» donde pudimos seguir dando alas a nuestras ideas. A finales de los años noventa, cada uno de nosotros empezó a tener otros compromisos y las reuniones a casa Vecchietti empezaron a disminuir. En mi caso, el paso al mundo laboral me alejó de aquel paraíso de creatividad, pero nunca dejé de ser creativo. En los primeros años del nuevo siglo mi interés por la musica siguió a fases alternas. Muy de vez en cuando apuntaba algunas ideas para luego meterlas en practica con la ayuda de Antonio. Cambió la forma de dar alas a la idea, pero la sustancia era la misma. Cuando se daba la situación, nos juntábamos una tarde y se trabajaba sobre la idea y si nos daba tiempo se remataba con una grabación.
Hoy en día todo esto ya no existe. Nuestras vidas han tomado caminos distintos. Yo vivo en otro lugar, y desde la lejanía es difícil mantener el contacto, pero sigo dando vida al proyecto. Cuando puedo, sigo abrazando la guitarra y me gusta dar alas a las ideas. En el fondo se trata de un proyecto musical que nunca tuvo un plan especifico. Nuestra misión era divertirnos y liberar nuestras ideas. Todos los amigos participaban en nuestras canciones y lo hacían de forma espontánea, sin trabucos.
A 2300 km de la casa de los Vecchietti, sigo jugando a escribir canciones, y me gusta divertirme así, teniendo la misma ilusión de hace más de venticinque años…